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lunes, 15 de febrero de 2016

Historia de Navidad: Nostalgia

-¿Papi? - Dijo ella con duda en su voz
-Dime hija - Él no se había vuelto para mirarla, continuaba concentrado ea la mesa bajo aquel árbol solitario en la planicie.
-¿Estás seguro que debo hacer esto? - Deslizaba su mano pequeña desde la madera pulida hasta el delgado cilindro metálico

     Aquel hombre corpulento y de imponente estatura, podría resultar ser de los más intimidante, sin embargo ante la dulce mirada de su hija de nueve años se convertía en un juguete más. Se limpió las manos sobre el pantalón mientras se volteaba para quedar de frente a la niña, coloco una rodilla en la tierra seca y la miró directamente a los ojos mientras la tomaba de los hombros.

-Eres la persona en quien más confió princesa. - La ternura en su voz denotaba también una preocupación latente. - Es por eso que te pido que lo hagas.
-Pero mamá se va a enfadar.  - Replicó ella.
-Es por eso que no le diremos. - Explicó sonriendo y con una mirada de complicidad. - Ahora, coloca la culata sobre tu hombro, así exactamente, yo te ayudaré a sostenerla, luego probaremos con algo más pequeño.

     Con gran dificultad, Ruby levantó la pesada escopeta y aplicó la culata contra su hombro derecho, su padre instruía cuidadosamente respecto a su manejo, Jack había crecido defendiendo la hacienda de sus padres de cuatreros y ladrones, por lo que el manejo de armas no le era desconocido. Explicó cómo alinear la mira para que el disparo fuera certero, hizo presión con su pecho sobre la espalda de Ruby y sosteniendo la Smith & Wesson le ordenó oprimir el gatillo. Ruby vaciló un momento y luego accionó el disparador. Un escandaloso sonido pareció llenar totalmente la  sabana solitaria, varios kilómetros a la redonda en la que se encontraba el campo de tiro secreto de Jack; los perdigones se estrellaron contra un blanco colocado sobre una pila de heno y Ruby empezó a saltar de alegría por haber atinado a la primera, el cañón del arma cayó pesadamente, y solo la mitad de caoba brillante se sostuvo en su mano izquierda.

-¡Pero si disparas mejor que yo! - dijo Jack con una sonrisa amplia justo antes de abrazar a su hija
-Papá, papá, no tan fuerte - Pidió Ruby ante la fuerza de Jack. - El hombro.
-¡oh! Lo siento querida yo... - Se disculpaba con culpabilidad, examinó el hombro de Ruby y notó que ya empezaba a volverse morado ante el culatazo de la escopeta. - Jenny me va a matar.
-Tranquilo papi, diré que caí de la yegua.

     Ruby había mostrado una valentía extraordinaria desde siempre, era intrépida y atrevida y su resistencia al dolor parecía excesiva en algunos casos; Jack agradeció que así fuese en aquel momento. Odiaba tener que hacer pasar a su hija por aquellas circunstancias, pero le remordería la conciencia de tener que abandonar a su esposa e hijas para ir a Dallas y dejarlas indefensas en la hacienda, aunque como había hablado ya en varias ocasiones con Jennifer, no había otra salida, la cual de paso, no incluía que ella accediese a manejar una pistola, lo aceptaba en Jack, pero ya era suficiente para ella.

-Te amo Ruby.
-Yo también papi. - Los ojos de Jack estuvieron a punto de llenarse de lágrimas tras la respuesta de su pequeña hija. - Ahora la dorada, me gusta, se ve linda. - Ruby señalaba un arma amarillo brillante sobre la mesa en la que trabajaba su padre segundos antes.
-Esa es una Magnum Desert Eagle .357 princesa... - Explicó Jack poniéndose en pie.

     Pasaron largo rato probando las diferentes armas de la colección de Jack, entre ellas, la más cómoda para Ruby había sido la calibre .22, sin embargo sintió un gusto particular por aquella gran pistola dorada que le atrajo tanto desde que su padre la retiró de la caja metálica en donde ajustaba tan perfectamente en un molde de sí misma. En opinión de Jack, ella poseía un talento particular para medir distancias y apuntar justo donde debía, sería mejor que cuidara esto a futuro. Para él era difícil tener que enseñarle a su hija estas cosas desde tan corta edad, pero la necesidad del viaje era imperante, y no resistiría el tener que abandonar a su esposa e hijas a su suerte, además Jennifer no había querido manipular nunca ni siquiera una pistola descargada, así que no le quedaba otra opción. Cuando le pareció que ya había aprendido lo suficiente decidió que era hora de volver a casa, en primera instancia porque el sol empezaba a descender y también porque no quería que su esposa sospechase. Guardó las armas en una bolsa de tela grande, ató la escopeta a la silla de su caballo, Ruby subió a su yegua y emprendieron el regreso a casa.

     Los silencios no eran la especialidad de Jack, sobretodo en presencia de su hija, ya que cuando Ruby permanecía callada por largos periodos, estos venían seguidos de preguntas, actitudes o comentarios que él nunca había podido manejar, por eso se esforzó en llevar una conversación fluida. Aproximadamente a dos kilómetros de la casa, Ruby se detuvo.

-¿Podemos parar para ver el atardecer pa'?
-Si claro, pero no podemos tardar o mama se molestará. - Concedió.

     Jack viró el caballo a tiempo de ver como Ruby se encaminaba hacia la cerca de alambres a lomo de su yegua. Quizás habrá sido el sol dándole de lleno en la cara con aquellos rayos naranja, o tal vez la actitud de mujer que irradiaba aquella niña, pero le pareció la jovencita más hermosa que había visto jamás. Regularmente le deslumbraba con sus ademanes de dama adulta aunque solo tuviese nueve años, esto a Jack no dejaba de asombrarle nunca.

-Papi, ¿de quién debemos cuidarnos? ¿Es porque ya no somos ricos? - preguntó Ruby con una mezcla de madurez e inocencia
-Siempre seremos ricos, querida. - Jack acercó un poco más su caballo a ella. - Nos tenemos tu mama, tu y yo, eso nos hace ricos.
-Si, si, lo sé. Pero ya no tenemos dinero, ¿Es eso?
-Es por eso que debo ir a Dallas mi amor - Trató de explicarse de manera que Ruby entendiera - Hay un problema con los títulos de propiedad y por eso han congelado el dinero en las cuentas y... - Hizo una pausa porque dudó de que su explicación fuera entendible.
-¡Esos malditos del gobierno...! - Expresó Ruby con una especie de ira que mostraba más ternura que rabia.
-¡Ruby! - Le reprendió Jack con una media sonrisa que restaba fuerza a su corrección - ¡El vocabulario! ¿Dónde escuchaste eso?
-Ayer cuando hablabas por teléfono tu... - Explicó Ruby genuinamente apenada
-Ah... Bueno... Yo... - Jack se avergonzó y sintió ruborizarse - Guardaremos el secreto y que mama no se entere, ¿está bien? - Ruby asintió con la cabeza. - Lo cierto es que habrán quienes quieran aprovecharse de dos mujeres solas hija, y no podemos permitirlo, ¿verdad?
-No papi. - Expresó Ruby con emoción y una amplia sonrisa hinchando el pecho de orgullo - Prometo meterles una bala en la cabeza.
-Esa es mí... ¿Que? ¡No! Me conformo con que sueltes un par de disparos al aire y los ahuyentes, ¿está bien? - Jack estaba seguro que con la puntería que había demostrado no tendría problemas para hacer lo que decía, por eso prefirió evitar que aquel pensamiento se arraigara en la mente de su hija. Habría que modificar esa conducta.

     Sin perder la sonrisa Ruby asintió a la aclaratoria de su padre, y tras un gesto de la cabeza de este, retomaron el camino a casa. Jack estaba complacido con su hija, tan grande era su orgullo por ella que le avergonzaba lo que le había enseñado, una niña, de apenas nueve años no debía aprender a disparar, esperaba que no tuviese que usarlo jamás.

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      Las fiestas suelen ser un agradable momento de distracción para cualquiera, la música, el jolgorio, la gente... Las mujeres. Sin embargo, en reuniones públicas donde la cantidad de gente es muy grande, no tardan en presentarse los problemas por la causa de la mayor felicidad de todo hombre, una dama. Aquella noche, la exuberante pelirroja se acercó al bar por un trago, y cuando en aquel pueblo vaquero, un osado caballero se esmeró demás en querer cortejarla, el acompañante de la chica, no tardó en encenderse de furia. Gritos, empujones, e incluso algo de pánico en algunos rostros era lo que podía observarse en los presentes cercanos a la disputa. El alboroto parecía propagarse con rapidez.

-¡Mamá! - Exclamó una adolescente de aproximadamente trece años al llegar donde una mujer rubia de delineada figura - ¿Dónde rayos esta papa?
-No lo sé, no logro verlo - Respondió la rubia - ¡Jack! ¿Cómo se pierde un mastodonte de semejante tamaño?
-¡Papa! ¿Es aquel? ¡Mamá mira! - Ruby tuvo que tomar a Jennifer del brazo para atraer su atención
-No, no es. - Jennifer dudó - ¿O si?  ¡Jack!

     Desde lo alto del escenario una imponente figura negra se hizo notar, empuñando en sus manos una Colt .45 y dirigiéndola en dirección del escándalo. Se escucharon gritos de algunas mujeres y ni Jennifer ni Ruby reaccionaron al ver aquel enorme revolver apuntar en dirección al bar. De pronto el hombretón acciono el arma y se abrió un agujero en el sombrero de uno de los temerarios que aquella noche quería probar su valentía.

-Si alguno de ustedes dos, imbéciles, quiere pelear, lo espero afuera. - Impasible, Jack todavía mantenía el arma levantada moviéndola de uno de los involucrados en la escaramuza, al otro. - Pero mientras estén en mi fiesta se comportan. ¿Se entendió?
-Jack yo solo... - El del sombrero agujereado pretendió explicarse pero Jack le detuvo.
-¿Tengo que darte un tiro? Sepan que falle intencionalmente. - Jack abrió los brazos - ¡¿Se entendió si o no?!
-Si. - Dijeron ambos peleadores al mismo tiempo.
-Bien. - Dijo Jack guardándose el arma en el cinturón. - Ahora dense las manos, tómense un trago y que siga la música.

     Ruby, henchida de alegría corrió a los brazos de su padre y le abrazo cuando este bajaba del escenario, presa de un orgullo incalculable que le invadió al ver a aquel hombre dominar una situación totalmente fuera de control.

-¿Estas totalmente loco? - Le reprendió Jennifer cuando la música iniciaba su melodía de nuevo
-Pero Jenny yo... - Trató de disculparse mientras Ruby lo liberaba de su abrazo
-¿Y si hubieses matado a alguien? - Reprochó Jennifer
-Le disparé al sombrero
-Creí que iba a salir volando. - Exclamó Ruby con una gran sonrisa.
-¡Yo también! - Se emocionó Jack agachándose para verla a la cara. - Me avergoncé cuando no paso y me sentí tentado a dispararle otra vez, pero viste el humo saliendo por el...
-¡Jack!
-¿Ah? Si, lo siento querida. - Se irguió, y dirigiéndose a Ruby dijo: - Eso estuvo mal hija,  no debí hacerlo y tú no deberás hacerlo en el futuro.

     Ruby sonrió ante aquella escena pues sabía que ese era un diálogo prefabricado el cuál su papa repetía cada vez que a parecer de Jennifer actuaba incorrectamente, dándole un mal ejemplo a Ruby, quien le vió sonreír y guiñarle un ojo a penas Jennifer se dió vuelta.

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     Recostada en el piso de la habitación, Ruby se despertó por la incomodidad que sentía cuando un libro se enterraba en su hombro derecho, quizás debería levantarse y caminar hasta su cama, pero a su consideración el suelo del cuarto de huéspedes era más cómodo.

     Quizás era el proceso de adaptación lo que le llevaba a sentir que aquel lugar era extraño, sin embargo tenía que intentar adaptarse por su padre, y también por su madre que era quien había insistido en probar vivir un tiempo lejos de Texas.

     Había creído escuchar el grito de una mujer, pero probablemente serían los vecinos, aunque no había visto a nadie por los alrededores, tal vez por eso no le daba buena espina aquella zona, eran un suburbio solitario bastante despoblado que su padre había insistido en ocupar antes de estar terminado solo por darle gusto a Jennifer. Consideró que la mala impresión posiblemente hubiese sido a causa de la costumbre y afinidad que ya sentía por los grandes rascacielos de New York, puesto que desde que empezó a estudiar en Julliard, se había adaptado rápidamente a esas enormes estructuras, e incluso al frío.

     Evidentemente el piso no era el mejor lugar para dormir, por grata que le pareciese la placa de madera sobre la que descansaba sabía que al día siguiente su espalda le pasaría factura, así que pesadamente se levantó y tomo el libro de teoría y solfeo que estuvo leyendo hasta dormirse, al contemplarlo se reprochó el hecho de que debió tomar un avión a New York, ahora llegaría cansada y retrasada a la clase, sin embargo, ya no había para que lamentarse. Caminó despacio decorando la casa en su imaginación, sabía que su madre tomaría en consideración su opinión, subió un par de escalones y lo que oyó le paralizó en el lugar.

-Llévate lo que quieras no me importa – La voz de su padre era segura, pero desvalida. – Solo deja en paz a mi esposa.
-¡Cállate gordo! - Evidentemente la voz no le resultaría conocida, de seguro algún ladronzuelo drogadicto del área había entrado mientras ellos dormían.

     Se hizo el silencio, su padre había dicho “Su esposa”, cuidaba de no delatar que ella también estaba en el lugar, por eso era, precisamente ella, la más adecuada para actuar. Ruby corrió a toda velocidad pero en completo silencio escaleras arriba y luego a la derecha directo a su habitación, busco bajo su cama y extrajo en absoluto silencio una caja de madera que contenía el arma que su padre le obsequio desde aquel viaje que hizo cuando ella tenía nueve años, una Magnum Desert Eagle .357, verificó que estuviese armada completamente, con regularidad le hacía mantenimiento para que estuviese siempre funcional, aunque nunca había tenido que usarla; eso habría de cambiar aquella noche.

     Con el arma en sus manos, comprobó que estuviese cargada y salió de su habitación, caminó despacio, verificando que no hubiese nadie más en los alrededores, se acercó a la puerta de la habitación, con el arma en las manos y su madre reprimió un gemido, su padre también la vio, pero mantuvo su mirada en el agresor.

-¿Quién te ayuda? No pudiste hacer esto solo. – Indagó Jack
-¡Que te calles gordo! – Gritó el hombre bajo la capucha negra.

     A decir verdad se veía bastante chistoso, era obvio que su contextura era muy delgada, así lo pudo ver Ruby por encima de la vestimenta, que consistía en un suéter negro, un jean bastante más ancho de lo que debería y un pasamontañas negro un poco torcido. Según la percepción de Ruby, le pareció un malhechor medio tonto que tomaba ventaja de la soledad de los alrededores para aprovecharse de los nuevos inquilinos. Alguien tan tonto como para no haber retirado la etiqueta del pasamontañas recién comprado, en definitiva trabajaba solo.

-Suelta el arma hijo – Le ofreció Jack con un toque de comprensión en su voz. – Por favor.
-¡Cállate! Estás loco vaquero de mierda.

     El delgado hombrecillo, sin saber que ya Ruby le apuntaba desde la puerta con su Magnum, registraba la cómoda con una mano, mientras les apuntaba con un revolver .38 en la otra a sus padres, trataba de tomar con premura las joyas de Jennifer y algunas prendas de oro de Jack. Ruby no necesitaba matarlo, solo eliminar la amenaza, eso le había enseñado su padre desde que había empezado con las prácticas de tiro, aunque amenazaría a otros, debía preservar la vida, a fin de cuentas, era mejor que se pudrieran en la cárcel.

     Apuntó con sutileza, el idiota le había dado todo el tiempo del mundo, respiró profundo y presiono el gatillo. El arma cayó al suelo rasgando el piso de madera, al tiempo que la sangre ensuciaba el edredón beige de Jennifer que dejó escapar un grito cuando el dedo del ladrón caía al suelo.

-¡AAAAHHHHH! ¡¿Estás loca maldita imbécil?! – Gritaba desesperado contemplando con consternación el lugar donde debía estar su dedo índice, mientras sangraba profusamente.
-Vuelve a abrir la boca y la siguiente va entre las cejas. – Ruby nunca liberó la presión del arma, aunque la adrenalina corría en sus venas. – Ahora tírate al piso y mejor me haces caso.
-¡Policía! ¡Policía! ¡Llamen a la policía! ¡Están locos todos!

     El ladrón herido se sentó en el suelo sin dejar de tomarse la muñeca con fuerza para tratar de detener la sangre mientras Jack llamaba a la policía y Ruby le apuntaba, Jennifer parecía en shock, sin embargo al recuperarse se escudó detrás de Ruby, esperaron así por alrededor de 7 minutos hasta que llegó la patrulla y se hicieron cargo del malhechor que no dejaba de proferir insultos en contra Ruby por haberle arrancado el dedo. Los oficiales se veían bastantes sorprendidos por lo ocurrido aunque aprovecharon para burlarse un poco del lesionado mientras felicitaban a Ruby por su valentía.

     Estos recuerdos vinieron a la mente de Ruby y al hacerse silencio, la hicieron sonreír mientras sentía el calor extenderse por su pecho y luego su abdomen, al menos no había fallado, lo único que esperaba es que Steven le hubiese arrebatado el arma a Scott y estuviera bien. Se palpó el seno izquierdo, apreció la sangre tibia manar de su piel y colarse entre sus manos para luego caer al suelo, sintió marearse y no pudo mantener el equilibro, perdió el balance y se estrelló contra la pared detrás de ella, el arma cayó de sus manos y su cuerpo resbaló por el muro.

-Lo siento, chico. – Se dirigía al cadáver. – Esto no debió suceder así. Ni para ti, ni para nadie.

     Dejó caer la cabeza a un lado y perdió la consciencia.


Continuará…



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