-¿Papi? - Dijo ella con duda en
su voz
-Dime hija - Él no se había
vuelto para mirarla, continuaba concentrado ea la mesa bajo
aquel árbol solitario en la planicie.
-¿Estás seguro que debo hacer
esto? - Deslizaba su mano pequeña desde la madera pulida hasta el delgado
cilindro metálico
Aquel hombre corpulento y de imponente
estatura, podría resultar ser de los más intimidante, sin embargo ante la
dulce mirada de su hija de nueve años se convertía en un juguete más. Se limpió
las manos sobre el pantalón mientras se volteaba para quedar de frente a la niña,
coloco una rodilla en la tierra seca y la miró directamente a los ojos mientras
la tomaba de los hombros.
-Eres la persona en quien más
confió princesa. - La ternura en su voz denotaba también una preocupación
latente. - Es por eso que te pido que lo hagas.
-Pero mamá se va a enfadar. - Replicó ella.
-Es por eso que no le diremos. -
Explicó sonriendo y con una mirada de complicidad. - Ahora, coloca la culata
sobre tu hombro, así exactamente, yo te ayudaré a sostenerla, luego probaremos
con algo más pequeño.
Con gran dificultad, Ruby levantó la
pesada escopeta y aplicó la culata contra su hombro derecho, su padre instruía
cuidadosamente respecto a su manejo, Jack había crecido defendiendo la hacienda
de sus padres de cuatreros y ladrones, por lo que el manejo de armas no le era
desconocido. Explicó cómo alinear la mira para que el disparo fuera certero,
hizo presión con su pecho sobre la espalda de Ruby y sosteniendo la Smith &
Wesson le ordenó oprimir el gatillo. Ruby vaciló un momento y luego accionó el
disparador. Un escandaloso sonido pareció llenar totalmente la sabana
solitaria, varios kilómetros a la redonda en la que se encontraba el campo de
tiro secreto de Jack; los perdigones se estrellaron contra un blanco colocado
sobre una pila de heno y Ruby empezó a saltar de alegría por haber atinado a la
primera, el cañón del arma cayó pesadamente, y solo la mitad de caoba brillante
se sostuvo en su mano izquierda.
-¡Pero si disparas mejor que yo!
- dijo Jack con una sonrisa amplia justo antes de abrazar a su hija
-Papá, papá, no tan fuerte - Pidió
Ruby ante la fuerza de Jack. - El hombro.
-¡oh! Lo siento querida yo... -
Se disculpaba con culpabilidad, examinó el hombro de Ruby y notó que ya
empezaba a volverse morado ante el culatazo de la escopeta. - Jenny me va a
matar.
-Tranquilo papi, diré que caí de
la yegua.
Ruby había mostrado una valentía
extraordinaria desde siempre, era intrépida y atrevida y su resistencia al
dolor parecía excesiva en algunos casos; Jack agradeció que así fuese en aquel
momento. Odiaba tener que hacer pasar a su hija por aquellas circunstancias,
pero le remordería la conciencia de tener que abandonar a su esposa e hijas
para ir a Dallas y dejarlas indefensas en la hacienda, aunque como había
hablado ya en varias ocasiones con Jennifer, no había otra salida, la cual de
paso, no incluía que ella accediese a manejar una pistola, lo aceptaba en Jack, pero ya
era suficiente para ella.
-Te amo Ruby.
-Yo también papi. - Los ojos de
Jack estuvieron a punto de llenarse de lágrimas tras la respuesta de su pequeña
hija. - Ahora la dorada, me gusta, se ve linda. - Ruby señalaba un arma
amarillo brillante sobre la mesa en la que trabajaba su padre segundos antes.
-Esa es una Magnum Desert Eagle
.357 princesa... - Explicó Jack poniéndose en pie.
Pasaron largo rato probando las diferentes
armas de la colección de Jack, entre ellas, la más cómoda para Ruby había sido
la calibre .22, sin embargo sintió un gusto particular por aquella gran pistola
dorada que le atrajo tanto desde que su padre la retiró de la caja metálica en
donde ajustaba tan perfectamente en un molde de sí misma. En opinión de Jack,
ella poseía un talento particular para medir distancias y apuntar justo donde
debía, sería mejor que cuidara esto a futuro. Para él era difícil tener que
enseñarle a su hija estas cosas desde tan corta edad, pero la necesidad del
viaje era imperante, y no resistiría el tener que abandonar a su esposa e hijas
a su suerte, además Jennifer no había querido manipular nunca ni siquiera una
pistola descargada, así que no le quedaba otra opción. Cuando le pareció que ya
había aprendido lo suficiente decidió que era hora de volver a casa, en primera
instancia porque el sol empezaba a descender y también porque no quería que su
esposa sospechase. Guardó las armas en una bolsa de tela grande, ató la
escopeta a la silla de su caballo, Ruby subió a su yegua y emprendieron el
regreso a casa.
Los silencios no eran la especialidad de
Jack, sobretodo en presencia de su hija, ya que cuando Ruby permanecía callada
por largos periodos, estos venían seguidos de preguntas, actitudes o
comentarios que él nunca había podido manejar, por eso se esforzó en llevar una
conversación fluida. Aproximadamente a dos kilómetros de la casa, Ruby se
detuvo.
-¿Podemos parar para ver el
atardecer pa'?
-Si claro, pero no podemos tardar
o mama se molestará. - Concedió.
Jack viró el caballo a tiempo de ver como
Ruby se encaminaba hacia la cerca de alambres a lomo de su yegua. Quizás
habrá sido el sol dándole de lleno en la cara con aquellos rayos naranja, o tal
vez la actitud de mujer que irradiaba aquella niña, pero le pareció la
jovencita más hermosa que había visto jamás. Regularmente le deslumbraba con
sus ademanes de dama adulta aunque solo tuviese nueve años, esto a Jack no
dejaba de asombrarle nunca.
-Papi, ¿de quién debemos
cuidarnos? ¿Es porque ya no somos ricos? - preguntó Ruby con una mezcla de
madurez e inocencia
-Siempre seremos ricos, querida.
- Jack acercó un poco más su caballo a ella. - Nos tenemos tu mama, tu y yo,
eso nos hace ricos.
-Si, si, lo sé. Pero ya no
tenemos dinero, ¿Es eso?
-Es por eso que debo ir a Dallas
mi amor - Trató de explicarse de manera que Ruby entendiera - Hay un problema
con los títulos de propiedad y por eso han congelado el dinero en las cuentas
y... - Hizo una pausa porque dudó de que su explicación fuera entendible.
-¡Esos malditos del gobierno...!
- Expresó Ruby con una especie de ira que mostraba más ternura que rabia.
-¡Ruby! - Le reprendió Jack con
una media sonrisa que restaba fuerza a su corrección - ¡El vocabulario! ¿Dónde escuchaste eso?
-Ayer cuando hablabas por
teléfono tu... - Explicó Ruby genuinamente apenada
-Ah... Bueno... Yo... - Jack se
avergonzó y sintió ruborizarse - Guardaremos el secreto y que mama no se
entere, ¿está bien? - Ruby asintió con la cabeza. - Lo cierto es que habrán
quienes quieran aprovecharse de dos mujeres solas hija, y no podemos
permitirlo, ¿verdad?
-No papi. - Expresó Ruby con
emoción y una amplia sonrisa hinchando el pecho de orgullo - Prometo meterles
una bala en la cabeza.
-Esa es mí... ¿Que? ¡No! Me
conformo con que sueltes un par de disparos al aire y los ahuyentes, ¿está
bien? - Jack estaba seguro que con la puntería que había demostrado no tendría
problemas para hacer lo que decía, por eso prefirió evitar que aquel pensamiento se arraigara en la mente de su hija. Habría que modificar esa conducta.
Sin perder la sonrisa Ruby asintió a la
aclaratoria de su padre, y tras un gesto de la cabeza de este, retomaron el
camino a casa. Jack estaba complacido con su hija, tan grande era su orgullo
por ella que le avergonzaba lo que le había enseñado, una niña, de apenas nueve
años no debía aprender a disparar, esperaba que no tuviese que usarlo jamás.
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Las fiestas suelen ser un agradable
momento de distracción para cualquiera, la música, el jolgorio, la gente... Las
mujeres. Sin embargo, en reuniones públicas donde la cantidad de gente es muy
grande, no tardan en presentarse los problemas por la causa de la mayor
felicidad de todo hombre, una dama. Aquella noche, la exuberante pelirroja se acercó al
bar por un trago, y cuando en aquel pueblo vaquero, un osado caballero se esmeró
demás en querer cortejarla, el acompañante de la chica, no tardó en encenderse de furia.
Gritos, empujones, e incluso algo de pánico en algunos rostros era lo que podía
observarse en los presentes cercanos a la disputa. El alboroto parecía
propagarse con rapidez.
-¡Mamá! - Exclamó una adolescente
de aproximadamente trece años al llegar donde una mujer rubia de delineada
figura - ¿Dónde rayos esta papa?
-No lo sé, no logro verlo -
Respondió la rubia - ¡Jack! ¿Cómo se pierde un mastodonte de semejante tamaño?
-¡Papa! ¿Es aquel? ¡Mamá mira! -
Ruby tuvo que tomar a Jennifer del brazo para atraer su atención
-No, no es. - Jennifer dudó - ¿O si? ¡Jack!
Desde lo alto del escenario una imponente
figura negra se hizo notar, empuñando en sus manos una Colt .45 y dirigiéndola
en dirección del escándalo. Se escucharon gritos de algunas mujeres y ni
Jennifer ni Ruby reaccionaron al ver aquel enorme revolver apuntar en dirección
al bar. De pronto el hombretón acciono el arma y se abrió un agujero en el
sombrero de uno de los temerarios que aquella noche quería probar su valentía.
-Si alguno de ustedes dos,
imbéciles, quiere pelear, lo espero afuera. - Impasible, Jack todavía mantenía
el arma levantada moviéndola de uno de los involucrados en la escaramuza, al
otro. - Pero mientras estén en mi fiesta se comportan. ¿Se entendió?
-Jack yo solo... - El del
sombrero agujereado pretendió explicarse pero Jack le detuvo.
-¿Tengo que darte un tiro? Sepan
que falle intencionalmente. - Jack abrió los brazos - ¡¿Se entendió si o no?!
-Si. - Dijeron ambos peleadores
al mismo tiempo.
-Bien. - Dijo Jack guardándose el
arma en el cinturón. - Ahora dense las manos, tómense un trago y que siga la
música.
Ruby, henchida de alegría corrió a los
brazos de su padre y le abrazo cuando este bajaba del escenario, presa de un
orgullo incalculable que le invadió al ver a aquel hombre dominar una situación
totalmente fuera de control.
-¿Estas totalmente loco? - Le
reprendió Jennifer cuando la música iniciaba su melodía de nuevo
-Pero Jenny yo... - Trató de
disculparse mientras Ruby lo liberaba de su abrazo
-¿Y si hubieses matado a alguien?
- Reprochó Jennifer
-Le disparé al sombrero
-Creí que iba a salir volando. -
Exclamó Ruby con una gran sonrisa.
-¡Yo también! - Se emocionó Jack
agachándose para verla a la cara. - Me avergoncé cuando no paso y me sentí
tentado a dispararle otra vez, pero viste el humo saliendo por el...
-¡Jack!
-¿Ah? Si, lo siento querida. - Se
irguió, y dirigiéndose a Ruby dijo: - Eso estuvo mal hija, no debí hacerlo y tú no deberás hacerlo en el
futuro.
Ruby sonrió ante aquella escena pues sabía
que ese era un diálogo prefabricado el cuál su papa repetía cada vez que a
parecer de Jennifer actuaba incorrectamente, dándole un mal ejemplo a Ruby,
quien le vió sonreír y guiñarle un ojo a penas Jennifer se dió vuelta.
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Recostada en el piso de la habitación,
Ruby se despertó por la incomodidad que sentía cuando un libro se enterraba en
su hombro derecho, quizás debería levantarse y caminar hasta su cama, pero a su
consideración el suelo del cuarto de huéspedes era más cómodo.
Quizás era el proceso de adaptación lo que
le llevaba a sentir que aquel lugar era extraño, sin embargo tenía que intentar
adaptarse por su padre, y también por su madre que era quien había insistido en
probar vivir un tiempo lejos de Texas.
Había creído escuchar el grito de una
mujer, pero probablemente serían los vecinos, aunque no había visto a nadie por
los alrededores, tal vez por eso no le daba buena espina aquella zona, eran un
suburbio solitario bastante despoblado que su padre había insistido en ocupar
antes de estar terminado solo por darle gusto a Jennifer. Consideró que la mala
impresión posiblemente hubiese sido a causa de la costumbre y afinidad que ya sentía
por los grandes rascacielos de New York, puesto que desde que empezó a estudiar
en Julliard, se había adaptado rápidamente a esas enormes estructuras, e
incluso al frío.
Evidentemente el piso no era el mejor
lugar para dormir, por grata que le pareciese la placa de madera sobre la que
descansaba sabía que al día siguiente su espalda le pasaría factura, así que
pesadamente se levantó y tomo el libro de teoría y solfeo que estuvo leyendo
hasta dormirse, al contemplarlo se reprochó el hecho de que debió tomar un avión
a New York, ahora llegaría cansada y retrasada a la clase, sin embargo, ya no había
para que lamentarse. Caminó despacio decorando la casa en su imaginación, sabía
que su madre tomaría en consideración su opinión, subió un par de escalones y
lo que oyó le paralizó en el lugar.
-Llévate lo que quieras no me importa – La voz de su padre era
segura, pero desvalida. – Solo deja en
paz a mi esposa.
-¡Cállate
gordo! - Evidentemente
la voz no le resultaría conocida, de seguro algún ladronzuelo drogadicto del área
había entrado mientras ellos dormían.
Se hizo el silencio, su padre había dicho “Su
esposa”, cuidaba de no delatar que ella también estaba en el lugar, por eso era, precisamente ella, la más adecuada para actuar. Ruby corrió a toda velocidad pero en completo
silencio escaleras arriba y luego a la derecha directo a su habitación, busco
bajo su cama y extrajo en absoluto silencio una caja de madera que contenía el
arma que su padre le obsequio desde aquel viaje que hizo cuando ella tenía
nueve años, una Magnum Desert Eagle .357, verificó que estuviese armada
completamente, con regularidad le hacía mantenimiento para que estuviese
siempre funcional, aunque nunca había tenido que usarla; eso habría de cambiar
aquella noche.
Con el arma en sus manos, comprobó que
estuviese cargada y salió de su habitación, caminó despacio, verificando que no
hubiese nadie más en los alrededores, se acercó a la puerta de la habitación,
con el arma en las manos y su madre reprimió un gemido, su padre también la vio,
pero mantuvo su mirada en el agresor.
-¿Quién te ayuda? No pudiste
hacer esto solo. – Indagó Jack
-¡Que te calles gordo! – Gritó el
hombre bajo la capucha negra.
A decir verdad se veía bastante chistoso,
era obvio que su contextura era muy delgada, así lo pudo ver Ruby por encima de la
vestimenta, que consistía en un suéter negro, un jean bastante más ancho de lo
que debería y un pasamontañas negro un poco torcido. Según la percepción de
Ruby, le pareció un malhechor medio tonto que tomaba ventaja de la soledad de
los alrededores para aprovecharse de los nuevos inquilinos. Alguien tan tonto
como para no haber retirado la etiqueta del pasamontañas recién comprado, en
definitiva trabajaba solo.
-Suelta el arma hijo – Le ofreció
Jack con un toque de comprensión en su voz. – Por favor.
-¡Cállate! Estás loco vaquero de
mierda.
El delgado hombrecillo, sin saber que ya
Ruby le apuntaba desde la puerta con su Magnum, registraba la cómoda con una
mano, mientras les apuntaba con un revolver .38 en la otra a sus padres,
trataba de tomar con premura las joyas de Jennifer y algunas prendas de oro de
Jack. Ruby no necesitaba matarlo, solo eliminar la amenaza, eso le había enseñado
su padre desde que había empezado con las prácticas de tiro, aunque amenazaría a
otros, debía preservar la vida, a fin de cuentas, era mejor que se pudrieran en
la cárcel.
Apuntó con sutileza, el idiota le había dado
todo el tiempo del mundo, respiró profundo y presiono el gatillo. El arma cayó
al suelo rasgando el piso de madera, al tiempo que la sangre ensuciaba el edredón
beige de Jennifer que dejó escapar un grito cuando el dedo del ladrón caía al
suelo.
-¡AAAAHHHHH! ¡¿Estás loca maldita
imbécil?! – Gritaba desesperado contemplando con consternación el lugar donde debía
estar su dedo índice, mientras sangraba profusamente.
-Vuelve a abrir la boca y la
siguiente va entre las cejas. – Ruby nunca liberó la presión del arma, aunque
la adrenalina corría en sus venas. – Ahora tírate al piso y mejor me haces
caso.
-¡Policía! ¡Policía! ¡Llamen a la
policía! ¡Están locos todos!
El ladrón herido se sentó en el suelo sin
dejar de tomarse la muñeca con fuerza para tratar de detener la sangre mientras
Jack llamaba a la policía y Ruby le apuntaba, Jennifer parecía en shock, sin
embargo al recuperarse se escudó detrás de Ruby, esperaron así por alrededor de
7 minutos hasta que llegó la patrulla y se hicieron cargo del malhechor que no
dejaba de proferir insultos en contra Ruby por haberle arrancado el dedo. Los oficiales
se veían bastantes sorprendidos por lo ocurrido aunque aprovecharon para
burlarse un poco del lesionado mientras felicitaban a Ruby por su valentía.
Estos recuerdos vinieron a la mente de Ruby
y al hacerse silencio, la hicieron sonreír mientras sentía el calor extenderse
por su pecho y luego su abdomen, al menos no había fallado, lo único que
esperaba es que Steven le hubiese arrebatado el arma a Scott y estuviera bien. Se palpó el seno
izquierdo, apreció la sangre tibia manar de su piel y colarse entre sus manos
para luego caer al suelo, sintió marearse y no pudo mantener el equilibro, perdió
el balance y se estrelló contra la pared detrás de ella, el arma cayó de sus manos
y su cuerpo resbaló por el muro.
-Lo siento, chico. – Se dirigía al
cadáver. – Esto no debió suceder así. Ni para ti, ni para nadie.
Dejó caer la cabeza a un lado y perdió la
consciencia.
Continuará…

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